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¡Ya basta de jornadas de acción sin expectativas! Huelga general, bloqueo de la economía: ¿pero qué hacen las direcciones sindicales?

A pesar de que el cabreo social existe y que el rechazo a Macron es cada vez más fuerte, las manifestaciones del 21 de septiembre han sido más débiles que las del 12 de septiembre: 132000 manifestantes según la policía frente a 223000 nueve días antes (el sindicato CGT había anunciado 400000 manifestantes el 12 de septiembre y no ha anunciado cifras, a nivel nacional, para el 21).

« Hoy en la calle, en 10 días continuamos ». « Bloqueemos la economía… pero cada uno por su lado... »

Esos podrían ser los eslóganes de las direcciones sindicales que sabotean la movilización. Las confederaciones FO y CFDT lo hacen rechazando oponerse al gobierno. Pero para la FSU y la CGT, que se oponen de palabra a los decretazos, se trata de organizar la división y la impotencia.

En el sector público, bajo el impulso de la FSU (y con la complicidad de la CFDT), la fecha del 10 de octubre ha sido destacada para disuadir mejor a los funcionarios de participar desde ahora en las movilizaciones contra los decretazos. El 28 de septiembre, las/os pensionistas han sido llamadas/os a participar en una jornada de movilización específica. Cada “gremio” es llamado a participar a “su” jornada, su desfile que no perturbe nada. Las direcciones sindicales del sector público, sobre todo la de la FSU, deciden consolidar sus posiciones en el sector público construyendo únicamente en esa lucha sectorial. En esas condiciones, no es sorprendente que las/os trabajadoras/es no hayan tomado masivamente las calles el 21 de septiembre. ¿Para qué manifestar una vez más si no hay un plan de movilizaciones susceptible de llevarnos a la victoria?

Aún más cuando esta estrategia de días dispersos ha tenido tiempo para probar que no funciona (para las memorias más cortas, recordemos las 15 jornadas de acción contra la reforma laboral en 2016). Es la pescadilla que se muerde la cola : las/os trabajadoras/es son llamadas/os a perder un día de sueldo para echarse a la calle; todas/os saben que no servirá para nada y son cada vez menos numerosas/os en seguir el llamado de sus sindicatos; a la direcciones sólo les queda explicar que la gente no está dispuesta, la culpa del individualismo… ellos no tienen ninguna responsabilidad.

Algunos nos explican que el principal obstáculo a la movilización es el hecho de que la gente no está convencida de la nocividad de los decretazos. Eso es falso: una mayoría de las/os trabajadoras/es rechazan la reforma y perciben muy bien cuáles son los intereses que Macron defiende. Pero necesitamos tener esperanzas de ganar para movilizarse. A pesar de los fracasos de 2010 (con manifestaciones enormes) y de 2016, las burocracias sindicales no hacen más que reproducir el mismo guion de jornadas de acción dispersas.

Centenas de miles de trabajadoras/es estarían dispuestas/os a lanzarse en una huelga dura si ésta fuera coordinada, si hubiera una señal que fuera lanzada por las direcciones confederales. Pero esas/os trabajadoras/es no están dispuestas/os a lanzarse solas/os en una huelga indefinida. Es fácilmente comprensible. De ahí que lo que esté en juego sea la batalla por imponer a las direcciones sindicales una preparación y un llamamiento claro a la huelga general y al bloqueo de la economía. Eso va, evidentemente, de la mano de la construcción de sindicatos combativos -a nivel local- que permitan juntar a las/os trabajadoras/es en torno a la defensa de sus intereses de clase y puedan así meter una cierta presión a las direcciones sindicales.

« La huelga general no se decreta », se nos dice a menudo. Es cierto, pero se construyen sin embargo ¿La situación no sería diferente si desde este verano, Martínez (dirigente de la CGT) hablara en cada ocasión de huelga general? La opinión pública habría recibido el impacto del debate en torno a este objetivo. Hoy, existen varios puntos en los que apoyarse:

Si la jornada del 10 de octubre funcionó contra una participación masiva de funcionarias/os en las manifestaciones del 21 de septiembre, puede ahora constituir un punto de apoyo para una entrada en masa de las/os funcionarias/os en la movilización. Debemos en todo caso actuar en ese sentido.

Las direcciones podrían elegir hacer la huelga del transporte lo más popular posible, en las entrevistas y las octavillas, y llamar a otras/os trabajador/as a que se unan a la huelga. En lugar de eso, las direcciones sindicales han enterrado ya el código laboral y se preparan para reparar lo destruido en las negociaciones por sector.

El rol de nuestro partido -el NPA- no debería ser limitarse, por una parte, a hacer propaganda abstracta por la huelga general y, por otra parte, sólo pedir a que todo el mundo se sienta en una mesa a discutir de la evolución. Nuestro partido debería interpelar ahora al conjunto de las direcciones sindicales para decirles: hay que llamar al conjunto de trabajadoras/es a unirse a las/os camioneras/os en la huelga, organicemos juntas/os el bloqueo de la economía. Nuestro partido debería invitar ahora a todas/os las/os trabajadoras/es a organizarse en los sindicatos para meter presión a sus direcciones, a unirse al Front Social, a multiplicar las iniciativas para preparar la huelga.

En pocas palabras, nuestro partido debería desempeñar su rol de partido revolucionario y atreverse a afrontar públicamente las direcciones reformistas del movimiento obrero.

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